La calle Isabel Aguiar se podía apreciar la ruina en la que habían quedado deenas de familias al día siguiente de registrarse los torrenciales aguaceros del pasado sábado, ocasionados por un disturbio tropical.
Los residentes en la Isabel Aguiar, del kilómetro 12 de Haina, narraron a LISTÍN DIARIO lo sucedido, catalogándolo como una “desgracia”, aunque agradecieron que no hubo fallecidos. Lo llamaron “desgracia”, debido a que en 50 y 30 años que tienen algunos habitando el lugar nunca habían vivido algo igual.
Asimismo, conmocionados y profundamente afectados, las víctimas de la inundación hicieron un llamado a las autoridades para que fueran en su auxilio, ya que muchos de ellos, lo “perdieron todo”.
Un río improvisado
Los moradores contaron que eran aproximadamente las 4:00 de la tarde del pasado sábado cuando inició a entrar el agua a sus hogares producto del fenómeno atmosférico. Una intensa lluvia se prolongó por más de una hora y de repente, las calles se convirtieron en ríos improvisados, arrastrando todo a su paso.
Mireya Sánchez, una longeva de 83 años, dijo que lo que presenció solo lo había visto en películas, porque había gente dentro de vehículos pidiendo “auxilio”.
“Había gente dentro de esos carros (señalaba los vehículos arruinados) que estaban boyando, que pedían auxilio y llamábamos a los Bomberos, al 911 y nada de aparecer, porque cuando uno llama es por algo y esta era una situación para que acudieran de inmediato”, expresó. La mujer narró que los que estaban dentro de los automóviles, rompían los cristales y se subían en las capotas, lanzándose hacia la primera verja que encontraban por la gran corriente y el alto volumen de agua, pero todo se tornó peor cuando el asfalto comenzó a levantarse. Esta fue una de las razones principales por las cuales decenas de hogares se inundaron por completo.
“La otra vez que llovió pasó lo mismo con ese asfalto y ellos (Obras Públicas) lo que hicieron fue pegar eso con saliva y ayer, eso se levantó y me le dio a esa puerta, que abrió y se metió toda el agua a mi casa. Ahí no hay nada que sirva. Tengo la cama dañada, la nevera, la lavadora, la ropa… Todas mis gallinas se ahogaron”, dijo la dama con profundo lamento.
También Sonyi Soto, dijo que estaba viendo los vehículos con el nivel del agua alta en la parte delantera de su casa y cuando el agua empezó a subir, que sobrepasó un portón, se refugió en su hogar, sin embargo, el agua venía fuerte y tuvo que correr hacia un segundo nivel para salvarse.
Ayer, los colchones mojados y sucios se amontonaban en los patios, testigos mudos de la devastación. Los estantes y gaveteros que antes exhibían objetos preciados ahora estaban vacíos, llenos de lodo y desesperanza. Las personas, con el peso del agua en sus hombros, sacaban cubetas para rescatar lo poco que quedaba de sus hogares.
Todavía el pasmo embargaba sus rostros de ver sus casas el día previo hasta la mitad de agua y no poder rescatar sus pertenencias porque era más importante correr para salvar sus vidas. Era difícil toparse de frente con la realidad al día siguiente (domingo).
Luz María Jiménez de Óleo, se lamentaba por sus tres hijos pequeños, debido a que perdió sus uniformes escolares, y además, porque tuvo que pasar la noche en casa de una vecina.
También Carlos Núñez, expresó que “esto se llenó y anoche nos fuimos para donde una vecina… el agua llegaba hasta la ventana… y cuando abrimos hoy, todo estaba mojado”, dijo Carlos Núñez, al tiempo en que repetía una y otra vez que “todo se mojó y todo se dañó”.
Ayer, había un malestar latente entre los afectados, todo porque no había autoridades brindando ayuda, sólo algunas brigadas de Obras Públicas, que quitaban con maquinarias los escombros acumulados sobre el pavimento.
Soto manifestó que ella y sus vecinos no habían recibido asistencia y “apoyo de las autoridades correspondientes”.
“Estamos en un abandono total… no hemos recibido ayuda de nadie. Los familiares, vecinos, amigos es que nos han socorrido… todo ha sido entre nosotros mismos, pero gracias a Dios que preservamos la vida”, dijo la mujer.
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